"Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos"
M. Benedetti

domingo, 9 de marzo de 2014

La Pichanga no se mancha



Después de casi cuatro meses de ausencia vuelvo a escribir acá… y mierda que es difícil direccionar la historia.

En la laptop quedan muchos documentos con historias a medias. Un repaso pseudo-intelectual de la realidad chilena, un fin de año en Cusco e historias de trabajos temporales. 


Agus modelo de Hekate Vestuarios

Chofer de camiones cementeros en las rutas desérticas de Chile.
Amaestrador de arañas en Mendoza.






Agustina y Simón animando cumpleaños infantiles en Santiago de Chile.
Pero no señores, nada de eso mi hizo poner el culo en la silla y escribir un post completo. A veces hasta he llegado a pensar que mi parte creativa había caducado a causa de una sobredosis de arroz blanco en estos más de 60 días en Perú. Pero tampoco era eso.
Era cuestión de tiempo… o ganas… o estar varado en el puerto de Yurimaguas, en un barco que no sale todavía, porque pasado ya dos días, no llega la carga completa que nos transportará hasta Iquitos. 

Para que se imaginen el paisaje completo: hace un calor que te sancocha los huevos, el cocinero del barco cuando te sirve la comida te la arroja con la misma violencia como si fueras un reo en una prisión de máxima seguridad. Unos delfines rosados y grises (Bugeos los llaman los de acá) no paran de saltar en las aguas que nos rodean, y una vista digna de una película de aventura. 
Pero sobre todas las cosas, tengo una sensación de felicidad, de esas que te acordas por décadas (como cuando Papa Noel me trajo la ropa de Rambo, arco y flecha incluidos). 

Me acompaña mi amor, un libro de Fontanarrosa (que para estas líneas ya termine de leer) que me hace reír a carcajadas, Rayuela mirándome de reojo para que lo termine y la compañía de amigos inseparables como Carola y Cheche. 

Pero no me quiero desviar, el barco no arranca e Iquitos será otra historia. 

Yo vengo a hablar de lo que anoche no me dejaba dormir, por más cómoda que sea nuestra hamaca paraguaya deluxe, y no es algo más que pueril y mundano, algo que contrario a mi ideología libertaria amo.

El FULBITO señoras y señores, pero no el profesional, el que se juega con amigos, el picado, acá en Perú “la pichanga”.

Vale destacar, que desde que tengo uso de memoria jugué al fútbol. Diferentes grupos, diferentes canchas, diferentes días. Pero siempre, al menos una vez a la semana (mínimo), me juntaba con un grupo de amigos a jugar. Esto fue así hasta hace más o menos dos años, donde fui expulsado de mi último grupo por comportamiento antideportivo y/o violento. Ese episodio me mantuvo relegado de las canchas, solo jugué algunos partidos esporádicos después de eso.

Cuando llegue “a Paracas” no reconocí el anagrama “acá paras” y tampoco que iba a recuperar ese grupo de amigos con quien jugar. 

Creo que fue Pato, el mendocino, el que me dijo –Hoy hay pichanga ¿te prendes? 
Recuerdo que lo miré sin entender la propuesta, pero cuando aclaró -Fulbito- no tardé ni dos segundos en confirmar mi presencia. 

En los treinta y dos días que estuvimos en Paracas jugué más de diez partidos. Los resultados fueron disímiles. Ganamos encuentros épicos, perdimos partidos ganables, goleamos en alguna ocasión y también fuimos goleados. 
Pocas veces repetimos el mismo equipo. Yo me ausenté sólo un partido (que ví desde la tribuna) a causa de, como decían mis amigos paraquenses, un “derrame cacal”. 

En el arco tuvimos dos arqueros que atajaron más o menos cinco partidos cada uno. 
Gogo, indudablemente fue el mejor guardametas que tuvo el equipo y a la vez posee el mejor apodo que escuche en mis treinta y un años de vida. Le dicen “pelo con caca” debido a un tinte marrón que lleva en la parte superior de su cabellera muy a la moda. 

El otro portero fue Henry, que tuvo partidos bastante buenos, aunque posiblemente, sea el arquero que ejecute los peores pases del fútbol mundial. Era casi imposible que cuando el sacaba, el balón no terminara de inmediato en los pies del rival. 

Aunque este personaje tiene ganado su apodo por otras cuestiones: 
N° 1- Su rol de delantero. 
N° 2- Sus incansables frases de autoayuda y superación. 

“El Poeta del Gol” le decíamos. 
Él era capaz de dejar en el camino a dos rivales, eludir al arquero y luego, con una displicencia que solo poseen los elegidos, reventar la pelota contra el poste y perder la anotación. 

Todos creíamos que estos pifies eran a causa de las patas de rana que usaba, esas sandalias horribles de goma llena de agujeros (crocs creo que se llaman). Pero no. El día que trajo zapatillas sufrió los mismos avatares del destino. 

El poeta es un pibe tranquilo, acusa apenas veinte años y siempre (pero siempresiempresiempresiempre) tiene una frase para cada situación. 
El baja cada una de esas imágenes que aparecen en Facebook, compila unas 900 diarias y tiene pensado juntarlas en un dvd y venderlas en la playa. Como el bien dice “…todos las leemos y nos gustan, pero ninguno las guarda. Yo las voy a juntar todas y venderlas…” 
Un mágico. Un crack. Un diferente. 

Del poeta me quedo con una imagen. Habíamos ganado el primer partido de un triangular. Fue un 2-1 muy duro. Catenaccio total. Sacamos las pelotas hasta con el culo, pegamos lo necesario y tuvimos la cuota de suerte de los campeones. 
Mientras esperábamos que se defina nuestro rival, y recobrábamos algo de fuerza, uno de nosotros le pide una frase de apoyo al grupo. 
El permanecía en posición de “om”. Sentado en los tablones de la tribuna. Ojos cerrados. Manos en alto. Parsimonioso, nos mira uno a uno y nos dice –Si no damos lo máximo, no sabremos hasta donde somos capaces. 
De más esta decir que ganamos el triangular, y unas chelas heladas fueron nuestro merecido premio. 

La mejor defensa que tuvimos fue a su vez la más bilardista, y no fue casual que la integráramos todos argentinos. 
Una línea de tres bien marcada. 


Patricio había llegado a Paracas un mes y medio atrás, y también estaba atrapado en este extraño paraíso. Hincha del tomba (y dirigente) ocupaba el puesto central de la defensa. 
Rápido, de buen pie y excelente anticipador, su característica principal “murrador nato”. Le gustaba tanto pegar como la cerveza. 
Desde la tribuna a veces le gritaban “power ranger”. Se había ganado el mote después de bailar con las más fieras en un casamiento al que asistió en la zona. 

Agustín, hincha fanático del fortín, jugaba por la izquierda. Creo que el flaco recibió más de diez apodos memorables en esos días. Entre ellos se destacan “Ghilligan”, “El Náufrago”, “Dhalsim” y “Barrabas”. Pero sin dudas el mejor se lo puso uno de los rivales. Mientras este sufría uno de los constantes desbordes gritó – !Marquen a la bestia! 
Lamentablemente la bestia sufrió también un derrame cacal severo y se perdió un par de fechas. 

Su reemplazante fue un jipi del oeste, le decían “el pollo”, dormía en una carpa en la playa y nos comentó que había hecho las inferiores en River. Después de verlo en acción creemos que fue compañero de inferiores de Funes Mori. Por tal razón no volvió a ser convocado (además nos dios mucha pena escucharlo decir –Hoy no ceno- mientras pagaba la suma perdida en el triangular. 

El medio de la cancha y la delantera lo ocupan los hermanos Moreira Lozano.


Nacho, el mayor, se manejaba en el mediocampo. Con sus 120 kilos, distribuidos mayormente en la zona abdominal, se movía como un jabalí herido, poca velocidad pero una furiosa posesión del balón y una estratégica utilización de su cuerpo. Se sacaba de encima los rivales con un solo movimiento y entregaba la pelota con pases precisos. Ni hablar de su poderosa pegada. Lamentablemente una lesión muscular lo perseguía y también se perdió algún que otro encuentro. 

Arriba el otro Moreira Lozano, Chachi. El sufría una rara enfermedad desconocida por la medicina occidental, pero muy común en algunos jugadores amateurs como nosotros. La dolencia afecta al enfermo volviéndolo sordo en el exacto momento que recibe el esférico, por esa razón, es imposible para el afectado escuchar los gritos desquiciados de sus compañeros que, solos, bajo los tres palos, esperaban el pase esperanzados con la idea de convertir un gol. 
Estaría en falta si no digo que Chachi era capaz de bajar un ladrillo con el pecho y definir partidos en sólo un segundo. 

El último refuerzo de trascendencia que tuvimos fue el cordobés Cheche. Lamentablemente bostero de cuna, fue apodado de inmediato como “Yagi” por su increíble parecido con el compañero de aventuras de Scooby Doo. 
Digo de trascendencia, porque llegó en el momento donde el equipo había sufrido algunas bajas, y estábamos en un mal momento anímico. 


Su metro ochenta y sus 67 kilos lo hacían propietario de un cuerpo delgado y hábil. Con una gambeta poco ortodoxa y una jugada que intentaba una y otra vez. Acumulaba dos rivales de frente, mientras pisaba con elegancia la pelota, y en un movimiento fugaz la pasaba entre ambos, mientras el, con un salto de gacela y su delgadez particular intentaba escabullirse en la grita que dejaban sus rivales. 
No recuerdo si alguna vez la jugada le salió, pero sin dudas quedará en el abecé del fútbol mundial. 

Pero la importancia la aportó por el buen juego, toques y alguna que otra patada de esas que suenan. 


No puedo dejar de nombrar a Kai, un alemán jovencito, que invitamos a participar de un partido. Creímos que su metro noventa aportaría a la ofensiva del equipo. Simplemente diré que no fue así, y que sus movimientos en la cancha me recordaban a una danza de apareamiento de algún pájaro africano que vi alguna vez en Discovery Channel. 

Párrafo aparte se merece mi amigo personal RONALDO RONALDIÑO (comprueben el nombre con sus propios ojos). 



Pocas veces compañero, pocas veces rival, pero siempre un placer verlo dentro y fuera de la cancha. El crack nació en navidad, sin dudas un regalo del señor. 
Cada vez que lo veía en la calle el me gritaba “Che vos, vos, vos, vos boludo” (aunque sonaba más como un VOZ VOZ VOZ). 

En la cancha era un espectáculo verlo. Llegaba vestido íntegramente del Real Madrid, con la casaca del astro portugués y sus botines naranja amarelos. Apenas más alto que el gigante Nelson de las Rosas, entraba a la cancha con una energía envidiable. 
Sus conocidos decían que se vestía como crack y jugaba como el chavo del 8. Yo mismo le dí un pase al pie, preciso, el astro tiro una bicicleta, todos abrimos los ojos esperando una gran definición, pero él se clavó de trompa contra el piso. Me corresponde mencionar que también lo vi pasar varias veces por mi lado, dejándome despatarrado. Aunque no sin llevarse un “cometobillos” de souvenir. 

Basta. No voy a deshacerme en halagos, peligraría mi perfil de hombre rudo. 

Por eso, y para no seguir extendiéndome, les contaré las reglas de la pichanga. Como se deben imaginar son similares al futbol común y corriente, pero con algunas características muy peruanas. 

Los laterales se efectúan con los pies y con las manos, dependiendo del gusto del comensal. Generalmente lo hacen con las manos, pero no de la forma habitual, sino más parecido a la manera en que se arroja una bola de bowling. 

Los tiros de esquina sólo se dan si el balón toca a un jugador rival, no así si la toca el arquero, por más que la arroje afuera con intencionalidad. 

En la pichanga los penales no existen. Si el jugador rival evita el gol con la mano, o si se comete una falta dentro del área, la pelota retrocederá unos metros fuera del área y se sacara como una falta corriente. 

Tampoco después de un gol hay mucho tiempo para el festejo, ya que el contrario puede sacar de cualquier lado y encabezar un contraataque letal. 

Los tiempos duran quince minutos y se cambia de arco. Por ende los partidos duran media hora, y en caso de ser solo dos equipos, después de cinco minutos, se juega la revancha. 

Pero sin dudas, una de las mejores características de la pichanga es que la rodea un aire de buena onda. No voy a negar que no haya enojos o alguna patada de más, pero siempre hay risas, y generalmente espectadores que no dudarán en reírse de vos y con vos, gritando apodos y haciendo acotaciones desde las gradas, y si te tomas un segundo para contestarles, más se reirán todavía. 

Paracas me deja un gusto a nostalgia y ganas de volver. La pichanga me deja amigos, muchos. 

Y me retiro, pero no sin antes mencionar como fue mi despedida. 

Después del último triangular, mientras me voy con una sonrisa de la cancha, me despido de Martín y Luchin, dos veteranos referentes de los dos equipos contrarios de ese día. 
-Hoy es mi último partido -les digo- mañana salgo para Lima. 
Ambos me saludan, alguna risa, un abrazo, y Martín, el más jodón de todos mis rivales me dice –Mucha suerte, cuando vuelvas, ya sabes que tenes amigos en Paracas. 

Esas palabras me emocionan y me hacen pensar que la vida y el fútbol me perdonaron esa imprudencia cometida haca ya más de dos años. Y no me pidan que no lo diga “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota… la pelota no se mancha” 


PD: Para los que no me conocen, y se comieron este choclo (presupongo que ya no hay damas en esta lectura), les cuento que yo juego abajo, por la derecha, soy un defensor con pocas luces, un poco lento, que me gusta tirar alguna fantasía humilde como un taco o un caño de vez en cuando. 

Me llegó la noticia que un enviado especial del diario Olé, catalogó mis partidos con un 5,50 dos goles en diez partidos y una sonrisa de oreja a oreja.

                                                                          Pumba

2 comentarios:

  1. Hola Uli!!!!!! Que bueno que en medio de tanto trabajo físico. .., agotador...., rutinario...., no se me ocurren otros adjetivos que describan este cruel destino de viajar..., viajar... y viajar... , hayas podido ubicar en casi treinta y dos dias agotadores , la posibilidad de jugar a lo que MENOS te gusta: ¡EL FUTBOL!... jajajaja
    Muy lindo tu relato (leí muy rápido algunas descripciones referidas a : algunos problemas intestinales sufridos por más de un jugador , al apodo de Gogo por el mechón de su cabello, a como se experimenta el tremendo calor en ciertas partes sensibles del cuerpo... o era el nombre de una comida tipo revuelto o sancoche que se hace con huevos? ... y sí... hay "damas" leyendo esta lectura... y me divertí ... y me gustó que nombraras a los nuevos amigos.. y conocer a Ronaldo Ronaldiño , ¡un Capo! y que sumes nuevas y lindas experiencias a tu vida.
    Un beso, cariños, disfruten....(creo que ya ni es necesario decirlo) y sean cuidadosos siempre. Amelia Susana (mamá de Agus)

    ResponderEliminar
  2. jajajjajajajajajaja! Susy, si vos te reíste del post tanto como yo me reí con tu comentario me doy por hecho!!. Gracias por acompañarnos siempre. Ulises (el compañero de Agus)

    ResponderEliminar