"Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos"
M. Benedetti

sábado, 22 de marzo de 2014

Naturaleza Muerta



Iquitos es de esos lugares agridulces con los que te cruzas, quizás ácidos. Presentís que puede ser así, pero en tu cabeza brilla la esperanza de que sea diferente.
La idea a priori es fantástica y así empezás. Te subís al barco, unos delfines te dan la bienvenida saltando alrededor de la nave, jugando en el agua oscura.


Navegas un par de días por el río… hasta que llegás al amazonas. Cada tanto llegas a poblaciones muy pequeñas, la gente se sube a vender algo de comida y algunas frutas.




Vas mirando la selva espesa que nace de las orillas, los sonidos de las aves forman eco entre tanta vegetación. Pero no hay cocodrilos ni monos como te imaginabas. Ellos, los que quedan, tuvieron que escaparse selva adentro para sobrevivir. 





En algunos lugares se sube más gente que trata de acomodarse en esta jungla de hamacas. Hablas con algunos, te dan consejos de seguridad, algunas mujeres aprenden a tejer con Agus, le cuentan de sus vidas y se sorprenden con viajeros que intentan hacer de la búsqueda su forma de vida.







Un señor sube con una tortuga realmente grande, la pone patas para arriba. Cada vez que esta se da vuelta, después de luchar y luchar, volverán a ponerla patas para arriba. Una señora sube ofreciendo una mulita, alguna persona la comprará para hacer un guiso.

Así nos recibe Iquitos, sin animales y con un puerto plagado de basura, gente ofreciendo alojamiento y cientos de mototaxis ofreciendo llevarte.

Decidimos caminar las primeras cuadras, la vista me recuerda a una foto de la India que vi alguna vez. 

Vamos a la casa de una señora dueña de una hospitalidad dudosa, nos ofrece su gallinero-garaje para dormir. Vamos al centro. Las agencias de turismo tienen grandes carteles en inglés, son grandes precios only for gringos. Estos fascinantes paseos te llevan a una tribu donde pseudos indígenas te reciben con sus vestuarios característicos y te pintan la cara. Te enseñan a tirar con cerbatana y te venden sus artesanías. Luego de ese tentador show, te llevan a ver cocodrilos encerrados, con más animales encerrados y a los que están sueltos te los “dan” para la foto. El operador turístico te muestra las fotos de una rubia de ojos azules muy latina teniendo un perezoso en brazos y otras de monos disfrutando de una fantástica y natural Inka kola.

Pero nosotros queremos ver animales en su estado natural. El operador se da cuenta que no te da la nacionalidad ni el bolsillo para semejante show.
Salís con la cabeza baja, enojado, y una lluvia feroz y tropical es lo único que te hace sentir en la selva. Algo es algo pienso, resignándome mientras vuelvo al gallinero para pasar la noche.






El barrio es muy humilde pero tranquilo, mucha gente en las veredas, la mayoría de las calles cortadas con redes de vóley. Chicos y jóvenes jugando, mucha timba también. Nos tomamos una mototaxi para ir al mercado San Blas. Supuestamente es muy peligroso, yo creo que bastante menos que La Salada o la Feria de Solano.

El mercado San Blas es un shock visual, mental y emocional. Dicen que si los mataderos tuvieran paredes de cristal todos serían vegetarianos. No. San Blas es básicamente una película de terror. Tengo la cámara en la mochila, pero no quiero sacar fotos de esto. Recuerdo la frase “la estilización de la pobreza”, la transformo en “la estilización de la violencia”. Hoy no quiero eso. Quizás en otro momento. Hoy no, demasiado shock te causa ver una tortuga descuartizada, la cabeza de un cocodrilo en una parrilla, una mulita abierta al medio, gusanos “suri” en brochetes ya asados, y otros dando vueltas y vueltas en una palangana. 

No juzgo, es una cuestión cultural. No encuentro diferencias entre estos animales y un ternero, un ciervo o un pollo. Sólo que el golpe es fuerte, duele como una piña de Tyson en los huevos. 

Tratas de tragar saliva y seguir. Tratas de buscar puestos de frutas para alejarte de tanto olor a muerte. Pero esta feria tiene una disposición anárquica. Un puesto de limones está al lado de uno de pirañas, al lado de uno de carbón, al lado de uno de tabaco.

Vuelvo a pensar “es lo que hay” y prosigo tratando de esquivar los montones y montones de animales muertos. 

En un puesto nos tomamos un licuado de diferentes frutas, pero tiene un ingrediente especial. Una fruta chiquitita, roja por afuera, naranja por adentro. Una fruta que te hace dudar, volvés a mirar con qué está hecho el licuado, porque ese agregado hace que todo tenga gusto a crema. Se llama aguaje y lo podes comer de tres formas: 

1) Peladas. Te venden siete por un sol en una bolsita con sal. Comes muy poco ya que la fruta es chica y el carozo grande, por eso te queda aproximadamente medio centímetro alrededor de la semilla. 

2) Aguajina. Es un jugo licuado que hacen con esa fruta. Lleva azúcar, agua y hielo. Tiene un gusto muy similar al yogurt cortado, espeso. Y a pesar de que esta lista de cualidades no sea a la vista (o lectura) muy apetitoso, es un brebaje que haría bajarse los pantalones al mismo Jebús (nueva y corta adicción de Agustina, ya que no vimos esa fruta en ningún otro lugar que no sea la selva)

3) Licuado con otras frutas, su particular sabor trasforma todo en un helado derretido.

También probamos el macambo, que es una semilla que te la venden asada en un palito como una brochet con sal. Increíblemente rica.
Yimbillo, una chaucha que adentro tiene unas cosas parecidas a un caramelo dulce, es muy rica. Y otras frutas como el sapote, mamey y el pofayo.


Volvimos al gallinero y como nadie dice, pero es una buena adaptación al dicho popular, “el que llega sin que lo llamen se va sin que lo echen”. Entonces con nuestras mochilas en los hombros buscamos un hostel barato y allí nos fuimos. 

Al otro día encontramos el único lugar serio para visitar, ya que evidentemente no somos aptos para la selva, no nos gusta que los pseudo indígenas nos pinten la cara, y de más esta decir que estamos categóricamente en contra de los zoológicos. 

El Pilpintuwasi es un mariposario y un centro de rescate de animales. No tiene apoyo del gobierno pero si recibe los animales que le entrega la Policía Ecológica del Perú cuando los rescata del tráfico. 




Lamentablemente en este lugar hay jaulas donde viven animales que ya no pueden ser devueltos a su hábitat natural, como es el caso del jaguar. Este fue rescatado de sus captores cuando solo tenía tres meses y pesaba solo dos kilos y medio. Estaba en una jaula pequeña rodeado de alambres de púas. Fue llevado al albergue y recuperado, pero ya no podía volver a la selva al no tenerle miedo a los humanos. Por eso, desde Pilpintuwasi se contactaron con una reserva natural fuera del Perú para devolver al animal a un ambiente seguro, pero las autoridades no lo permitieron alegando que es una animal emblema del país (se nota que les importa un montón).



Vimos muchos animales, algunos libres, otros enjaulados, con tristes historias, algunos que conseguirían la libertad y otros que ya no podrán vivir en la naturaleza.







En el mariposario hacen un arduo trabajo. Todas las mañanas recogen los huevos de 17 tipos de mariposas diferentes (ya que las mariposas también están en peligro de extinción). De los 3000 huevos que pone una mariposa solo suele vivir el 1%. Los voluntarios que trabajan ahí, hacen que aproximadamente 150 de esos huevos se vuelvan mariposas. Ahí pudimos apreciar la vida de esos fabulosos insectos y comprender toda la metamorfosis del huevo hasta la mariposa. 




Como este lugar es serio, está prohibido tocar a los animales. Pero a veces el animal intenta comunicarse con vos y eso pasó mientras estaba sentado en el piso, a unos tres metros mirando al maravilloso Huapo Colorado. 



Y entonces paf! Un cachetazo a todo mi ser, este mono se incorpora y se acerca a mi caminando muy gracioso en dos patas. Es una animal salvaje (y desde la entrada te avisan que el lugar no se hace responsable de cualquier ataque, por eso recomiendan siempre mantener distancia). Pero este Huapo se hecha arriba mío, se rasca la espalda y me la muestra (los monos se sacan las pulgas unos a otros como método de comunicación, una forma de relacionarse y no es necesario que tengan pulgas).



Entonces comienzo a buscarle los bichos, después de un rato se da vuelta y me mira a los ojos… y ya no me importa nada. Solo le pido perdón con los ojos en nombre de una especie horrible que consume al mundo como parasito. Él se estira, lo rasco un rato mas y al cabo de unos minutos se incorpora y se aleja con su divertido andar.



Y así nomas, te sentís monstruoso por ser humano y feliz por ese contacto. Todo muy difícil de procesar.

Lo que hicimos después fue seguir recorriendo la ciudad con nuestros amigos de Sueño Latinuamericano, ser atacados por malvados infantes armados con botellas y bombuchas e ir al centro a vender algo.

En fin, eso es Iquitos, dulceamargoacido. Un lugar con llantos y risas, con alegrías y frustraciones. Como la vida misma.


                                                                       Pumba

1 comentario:

  1. Seis meses hoy!!!!... muchos caminos recorridos, muchos amigos nuevos,muchas experiencias gratificantes.... y de las otras... , que nos enfrentan a las penas y el dolor por las injusticias cometidas por el hombre contra los hombres, los animales , por la destruccion de los diversos pulmones verdes del planeta. S.O.S .Te quiero !!!! Amelia Susana

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